Sandalo

Muchas veces el aspirante procede respecto a la verdad tan ignorantemente como el hombre de esta historia. No conocía la madera de sándalo, pero había escuchado mucho sobre sus excelencias. Nació así en él un fuerte deseo por conocer esa clase de madera tan ponderada y entonces decidió escribir a sus mejores amigos para pedirles un pedazo de esa clase de madera.

De este modo, escribió numerosas cartas a sus amigos y en todas ellas hacía la misma petición: «Por favor, enviadme madera de sándalo.»

Y un día, de repente, descubrió que el lápiz con el que llevaba meses escribiendo aquellas cartas era precisamente de olorosa madera de sándalo. El ser humano busca la felicidad fuera de él, cuando la verdadera y estable felicidad se halla en su interior.

Pide lo que ya tiene, busca lo que nunca ha perdido.

Cuidado

CUIDADO

El sacerdote anunció que el domingo siguiente iría a la iglesia el mismísimo Jesucristo en persona y, lógicamente, la gente acudió en tropel a verlo.

Todo el mundo esperaba que predicara, pero él, al ser presentado, se limitó a sonreír y dijo: «Hola».

Todos, y en especial el sacerdote, le ofrecieron su casa para que pasara aquella noche, pero él rehusó cortesmente todas las invitaciones y dijo que pasaría la noche en la iglesia.

Todos pensaron que era apropiado.

A la mañana siguiente, a primera hora, salió de allí antes de que abrieran las puertas del templo. Y cuando llegaron el sacerdote y el pueblo, descubrieron horrorizados que su iglesia había sido profanada: las paredes estaban llenas de «pintadas» con la palabra «¡Cuidado!». No había sido respetado ni un solo lugar de la iglesia: puertas y ventanas, columnas y púlpito, el altar y hasta la Biblia que descansaba sobre el atril.

En todas partes «¡Cuidado!», pintado con letras grandes o con letras pequeñas, con pincel o aerosol, y en todos los colores imaginables.

Dondequiera que uno mirara, podía ver la misma palabra: «¡Cuidado!».

Ofensivo. Irritante. Desconcertante. Fascinante. Aterrador. ¿De qué se suponía que había que tener cuidado? No decía. Tan sólo decía «¡Cuidado!».

El primer impulso de la gente fue borrar todo rastro de aquella profanación, de aquel sacrilegio. Y si no lo hicieron, fue únicamente por la posibilidad de que aquéllo hubiera sido obra del propio Jesús.

Y aquella misteriosa palabra, «¡Cuidado!», comenzó, a partir de entonces, a surtir efecto en los feligreses cada vez que acudían a la iglesia. Comenzaron a tener cuidado con las Escrituras, y consiguieron servirse de ellas sin caer en el fanatismo. Comenzaron a tener cuidado con los sacramentos, y lograron santificarse sin incurrir en la superstición. El sacerdote comenzó a tener cuidado con su poder sobre los fieles, y aprendió a ayudarles sin necesidad de controlarlos. Y todo el mundo empezó a tener cuidado con esa forma de religión que convierte a los incautos en santurrones.

Comenzaron a tener cuidado con la legislación eclesiástica, y aprendieron a observar la ley sin dejar de ser compasivos con los débiles. Comenzaron a tener cuidado con la oración, y ésta dejó de ser un impedimento para adquirir confianza en sí mismos.

Comenzaron, incluso, a tener cuidado con sus ideas sobre Dios, y aprendieron a reconocer su presencia fuera de los estrechos límites de la Iglesia. Actualmente, la palabra en cuestión, que entonces fue motivo de escándalo, aparece inscripta en la parte superior de la entrada de la iglesia, y si pasas por allí de noche, puedes leerla en un enorme cartel de luces multicolores.

 

 

… de que hablan cuando hablan de «Temor de Dios»?

…Es conmovedora la oración: «Comenzaron a tener cuidado con la oración, y ésta dejó de ser un impedimento para adquirir confianza en sí mismos.» – Que difícil que es lograr que la herramienta no se transforme en el fin, mas difícil es dirigir nuestras oraciones hacia el interior de nuestro ser «donde también esta Dios». Es mucho mas fácil mirar hacia arriba que mirar hacia a nuestro corazón.

 

Las Campanas del Templo

El templo había estado sobre una isla, dos millas mar adentro. Tenía un millar de campanas. Grandes y pequeñas campanas, labradas por los mejores artesanos del mundo. Cuando soplaba el viento o arreciaba la tormenta, todas las campanas del templo repicaban al unísono, produciendo una sinfonía que arrebataba a cuantos la escuchaban.

Pero, al cabo de los siglos, la isla se había hundido en el mar y, con ella, el templo y sus campanas. Una antigua tradición afirmaba que las campanas seguían repicando sin cesar y que cualquiera que escuchara atentamente podría oírlas.

Movido por esta tradición, un joven recorrió miles de millas, decidido a escuchar aquellas campanas. Estuvo sentado durante días en la orilla, frente al lugar en el que en otro tiempo se había alzado el templo, y escuchó con toda atención.

Pero lo único que oía era el ruido de las olas al romper contra la orilla. Hizo todos los esfuerzos posibles por alejar de sí el ruido de las olas, al objeto de poder oír las campanas. Pero todo fue en vano; el ruido del mar parecía inundar el universo.

Persistió en su empeño durante semanas. Cuando le invadió el desaliento, tuvo ocasión de escuchar a los sabios de la aldea, que hablaban con unción de la leyenda de las campanas del templo y de quienes las habían oído y certificaban lo fundado de la leyenda. Su corazón ardía en llamas al escuchar aquellas palabras… para retornar al desaliento cuando, tras nuevas semanas de esfuerzo, no obtuvo ningún resultado. Por fin decidió desistir de su intento. Tal vez él no estaba destinado a ser uno de aquellos seres afortunados a quienes les era dado oír las campanas. O tal vez no fuera cierta la leyenda. Regresaría a su casa y reconocería su fracaso. Era su último día en el lugar y decidió acudir una última vez a su observatorio, para decir adios al mar, al cielo, al viento y a los cocoteros.

Se tendió en la arena, contemplando el cielo y escuchando el sonido del mar. Aquel día no opuso resistencia a dicho sonido, sino que, por el contrario, se entregó a él y descubrió que el bramido de las olas era un sonido realmente dulce y agradable. Pronto quedó tan absorto en aquel sonido que apenas era consciente de sí mismo. Tan profundo era el silencio que producía en su corazón…

¡Y en medio de aquel silencio lo oyó! El tañido de una campanilla, seguido por el de otra, y otra, y otra… Y en seguida todas y cada una de las mil campanas del templo repicaban en una gloriosa armonía, y su corazón se vio transportado de asombro y alegría.

Anthony de Melo

 

Para reflexionar (Don de Sabiduría):

Muchas veces se confunde el don de la sabiduría con el conocimiento de cosas, con lo científico, con el saber. Sin embargo, la sabiduría es otra cosa. Todos tenemos experiencias de conocer a personas sabias que no han realizado grandes estudios. ¿Cómo se obtiene el don de la sabiduría? Al decir que es un don, queda claro que es un regalo. Muchas veces recibimos regalos que no utilizamos, que dejamos olvidados en algún rincón de la casa. Esto mismo nos puede pasar con los dones del Espíritu Santo. Para hacerlos crecer dentro nuestro, para hacerlos germinar y que no queden como semillas, es necesario una acción de parte del hombre. En este caso, el hombre tiene que estar dispuesto a gustar de la vida, de Dios. Ser capaz de desprenderse de todo para dejarse llenar por Dios, disfrutándolo.

El don de la sabiduría crece en el corazón más que en la mente

 

 

Niveles de Conciencia, la meditación despues de la meditación

meditoMuchas veces cuando intentamos sumergirnos en un proceso de meditación en busca de nuestra interioridad comenzamos a descubrir un proceso de personalización desencadenado por una profunda transformación. Para entender este proceso es importante tomar conciencia de distintos niveles en el que este proceso se desarrolla.

a)      Información sobre sí. Este es el nivel mas superficial, puede disponer para la transformación; pero es ambivalente, ya que se presta a la racionalización y puede reforzar los mecanismos inconscientes de defensa. Al centrarse en los datos objetivables (autoanálisis, diagnóstico de personalidad, examen de conciencia desde esquemas de perfección…), da la impresión de verdad; per es una verdad que no alcanza el corazón, la actitud espiritual.

b)      Reflexión. Esto implica un cuestionamiento ¿Qué sentido tiene la existencia humana? ¿en que condiciones se desarrolla la condición humana? ¿Qué significa Dios? ¿Por qué la relación con Dios pasa por la experiencia humana? ¿Qué aportan los caminos de espiritualidad?- Esta reflexión se desenvuelve en el espacio del yo y la realidad. Necesaria para la autonomía, pero incapaz de hacernos salir de nosotros mismos.

c)       Toma de conciencia. Cuando el conocimiento es iluminación, es decir descubrimiento y novedad, en que aparece lo oculto. Estaba ahí, pero no era consciente. Solo esta forma de conciencia hace que la persona cambie en sus actitudes ante la realidad. Es la diferencia entre la comprensión del contenido de un diagnostico psicológico o espiritual y el reconocimiento liberador. Aunque sea doloroso, de la verdad personal. O la diferencia entre la lectura moralista del Evangelio o preceptos y la cambia de horizonte de sentido.

d)      Tomar la vida en las propias manos. La autoconciencia, a este nivel entra en una dinámica global, totalizadora, pues va más allá de decisiones particulares. Esto hace que la persona se sienta sujeto, centro personal. Coincide con la autenticidad y es la plataforma antropológica para el discernimiento espiritual, por cuanto que éste, según vimos, no consiste primordialmente en razonamientos de probabilidad, sino en vivir desde dentro, siendo fiel a sí mismo (no confundir con narcisismo o egocentrismo).

e)      Conciencia concomitante, La podemos definir como vivir intensamente, ser consciente, está abierto. Esto es  mucho más profundo que la reflexión, aunque no lo parezca. La reflexión supone distanciamiento, y en este punto estamos superando la distancia entre sujeto y objeto.

f)       La intimidad en la relación. La autoconciencia ha sido liberada del yo en presencia del tú y se ha hecho intimidad- Autoconciencia en acto de amor, que solo es posible en la relación misma, en el encuentro. Sentirte tú conmigo y sentirme yo contigo.

g)      Ser mas en si mas allá de sí. Cuando la conciencia se encuentra con el Tu Absoluto, se produce el máximo de autoconciencia, en a medida en que predomina la teoconciencia, el ser desde El, la intencionalidad teologal.

Al entrar en una meditación profunda buscando el descubrimiento de nuestro Yo es importante tomar conciencia de estos niveles, que como  podemos observar se trasladan más allá del simple ejercicio de la meditación. Estaremos construyendo entonces algo en nuestras vidas partiendo del ejercicio de meditar.

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