Despertamos el sábado con la incógnita de encontrar un día soleado según lo pronosticado o un día nublado y de lluvia similar al que nos había acompañado la noche anterior cuando armábamos nuestros bolsos.
Como si aquella lluvia no hubiera sucedido, la mañana arrancó con un viaje al punto de encuentro, algunos solos con expectativas de lo que sucedería ese fin de semana, y otros ya en grupo riendo y compartiendo esa alegría del encuentro.
Una vez reunidos y con la logística ya definida emprendimos el camino al camping: Había arrancado nuestro campamento.
El INTA nos recibió con un día soleado. Nos acomodamos, ubicamos las carpas y comenzamos a reconocer qué nos ofrecía el lugar.
Así compartimos un sábado de meditación, de técnicas, de naturaleza, de filosofía, de un delicioso arroz con verduras, pero sobre todo un sábado en familia.
Llegó la noche y nos atrapó con sus silencios, sus estrellas, su frescura. Llegamos al fogón, donde nos animamos a reír y a reflexionar sobre el fuego que nos unía.
Algo cansados pero ansiosos por el día que vendría , nos fuimos a descansar con el corazón satisfecho por un gran día vivido.
El domingo arrancó entre mates, respiración, movimientos circulares y formas hasta el mediodía . Uno por uno nos separamos las ultimas tareas de desarme y cocina, cada uno puso lo mejor para la limpieza y la preparación de un gran almuerzo. Y así entre risas y reflexiones, siempre mate de por medio , llegamos al almuerzo.
Antes partir nos tomamos un último momento para asentar las ideas trabajadas: Transformación, cómo nos transformamos, cómo el contexto nos influye, cómo podemos entender ese contexto para dar los mejores pasos en esa transformación, cómo las palabras nos transforman.
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